lunes, 27 de julio de 2015

Prisciliano: El primer Hereje


Prisciliano de Ávila fue un obispo hispano, nacido en Gallaecia (según Próspero de Aquitania, ya que otros autores sitúan su nacimiento en la Bética o Lusitania) aproximadamente sobre el 340, y protagonista de la primera condena a muerte por herejía, en el ámbito cristiano. Nada pudieron hacer, para evitarlo, las protestas de obispos como Martín de Tours o Juan Crisóstomo. La ejecución, ordenada bajo el gobierno de Magno Clemente Máximo se llevó a cabo, y fue duramente criticada por gran multitud de personas, incluido el propio papa Siricio, que no comprendían semejante castigo para una persona que le había dedicado su vida a Dios.

Alrededor del año 370 Prisciliano viaja a Burdeos, con la intención de enriquecer su formación religiosa. Allí formó junto a su mentor una comunidad de tendencia rigorista. Años más tarde, sobre el 379, vuelve a Hispania y comienza un período dedicado a la predicación. Sus enseñanzas fueron bien acogidas, especialmente entre las clases populares, debido a su desprecio por la unión existente entre Iglesia y Estado, lo que daba lugar, entre otras, cosas a corrupción y abuso de poder. Sus ideas se extendieron rápidamente, poniéndose estas en conocimiento Hidacio, obispo metropolitano de Augusta Emérita (Mérida).

Con la intención de acabar con el priscilianismo, se convocó en 380 el Concilio de Caesaraugusta (Zaragoza), en el que participaron dos obispos aquitanos y diez hispanos. No obstante, la no comparecencia de Instancio y Salviano, los dos principales obispos acusados de priscilianistas, evitó una condena en firme. Cuando estos dos obispos (Instancio y Salviano) viajaron a Augusta Emerita, para tratar de dialogar con Hidacio, se vieron obligados a escapar perseguidos por una muchedumbre exaltada debido a las palabras incitantes el obispo metropolitano.

Comenzó, entonces, el conflicto entre priscilianistas y ortodoxos. El priscilianismo había llegado a todas las clases sociales, incluyendo a influyentes  familias en todas las regiones de Hispania. Finalmente, Prisciliano y sus seguidores fueron excomulgados y desterrados por mediación de Hidacio, quien había convencido a Ambrosio, obispo de Mediolanum (Milán), para conseguir un rescripto del emperador Graciano acordando tal decisión.

En 382 Prisciliano fue a Roma para defenderse, pero Dámaso, el obispo de Roma, se negó a entrevistarse con él por no considerarse competente para anular un rescripto del emperador. De allí partió hacia Milán, aprovechando la ausencia de Graciano para convencer a su magister officiorum (Mayordomo Mayor) Macedonio de que anulara el decreto imperial. Tras lograr reafirmar la situación de su grupo, y conseguir que Hidacio fuera acusado de perturbador de la Iglesia, Prisciliano volvió a Hispania.

Dámaso

En 383 el hispano Magno Clemente Máximo, gobernador de Britania, se encaminó hacia las Galias al mando de 130.000 soldados, asesinando al emperador Graciano en los bosques de Lugdunum (Lyon) y siendo nombrado nuevo imperator de Occidente, nombramiento que no fue aceptado por Teodosio, emperador de Oriente. Esta situación le hizo buscar apoyos en la Iglesia Católica, que al mismo tiempo necesitaba de amparo institucional para enfrentarse a la gran cantidad de movimientos disidentes que la asediaban (arrianos, rigoristas, binionitas, patripasianos, novacianos, ofitas, maniqueos…).

De esta alianza surge como resultado la persecución del priscilianismo. La Iglesia Católica deseaba deshacerse de esa amenaza y Máximo quiso dar apoyo mediante la condena oficial de la doctrina priscilianista.

Moneda de Magno Clemente Máximo

Para ello se convocó un concilio en Burdeos, al que asistió  Prisciliano con algunos de sus seguidores. En dicha reunión se condena de nuevo la herejía priscilianista. No obstante, solo se logra la deposición de Instancio de su sede. Durante el concilio, una muchedumbre exaltada lapidó a una discípula de Prisciliano, llamada Urbica. Éste se dirigió a Tréveris, en la GermaniaSuperior, a la corte de Máximo, para convencerle de que mediase a su favor. Lo que no sabía Prisciliano era que Hidacio ya había conspirado allí para acabar con su vida. Fue acusado de la práctica de rituales mágicos, el uso de hierbas abortivas y la práctica de la astrología cabalística.

Fue torturado hasta que lograron arrebatarle una “confesión”. Una vez conseguida su testificación fue decapitado junto algunos de sus principales seguidores (Felicísimo, Armenio, Eucrocia, Latroniano, Aurelio y Asarino). De este modo se convirtieron en los primeros herejes ejecutados por una institución civil,  y a petición de la Iglesia Católica. No obstante, el proceso fue duramente criticado por importantes personajes eclesiásticos como Martín de Tours o el papa Siricio.

San Martín y el mendigo, pintado por El Greco en 1597


domingo, 12 de julio de 2015

San Simeón el Estilita: Vida en lo alto de una columna



San Simón, Simeón el Estilita o también conocido como Simeón Estilita el Viejo para diferenciarlo de Simeón Estilita el Joven y Simeón Estilita III, fue un monje conocido por llevar a cabo una penitencia fuera de lo normal.

Simeón fue un monje asceta cristiano nacido en Sisan, Cilicia, (en lo que hoy es Siria) c. 390. De niño fue pastor, hasta la edad de 15 años cuando tomó la decisión de ingresar en un monasterio. Allí, en una ocasión, en el transcurso de la Cuaresma, decidió seguir los pasos de Jesús, y ayunó durante 40 días. Cuentan por ahí que, durante ese ayuno, rezó 14 días de pie, 14 sentado y los días que le quedaban los pasó acostado, agotado y medio desfallecido. El domingo de Resurrección el abad le encontró inconsciente. A su lado estaban los panes y el agua que le habían llevado. No había comido ni bebido nada. Simeón llevaba consigo un cilicio, artilugio del que se le considera el inventor. Al abad no le agradó que en su monasterio se alcanzara tal grado de penitencia, así que expulsó al monje para evitar que los demás tomaran ejemplo de sus prácticas.

Tras abandonar el monasterio, Simeón tomó la decisión de irse a vivir a una cueva del desierto, donde seguiría con su vida de penitencia. Al comienzo ordenó ser encadenado, para asegurarse de que no abandonaría el lugar, pero más tarde, dando muestra de firmeza, mandó retirar la cadena. En aquella época comenzó a convertirse en un personaje conocido, lo que produjo la atracción de masas de peregrinos que acudían a la cueva para solicitar tanto su bendición como consejos espirituales. Esto molestó enormemente a Simeón, ya que aquella situación le impedía llevar la vida de aislamiento y meditación que él buscaba.

Fue entonces cuando mandó construir una columna de 3 metros de altura, donde se subió con la intención de continuar con su penitencia. No fue suficiente, pues la gente llegaba de todos modos hasta él. Tampoco fue adecuada la que hizo construir después, de 7 metros de altura. Algunos peregrinos intentaban subir a la columna, para llegar hasta el monje. Llegados a ese punto, el Estilita ordenó construir una tercera columna, de la vertiginosa altura de 17 metros. Allí permaneció Simeón los últimos 37 años de su vida, lo que le hizo ganarse el sobrenombre de “el Estilita” (stylos es columna, en griego).


Falleció en el año 459 (se desconoce la fecha exacta) mientras rezaba arrodillado. Tras su muerte, Antioquía y Constantinopla se enfrentaron por la obtención de sus reliquias. Finalmente acabaron en Antioquía, donde se construyó un majestuoso edificio en su honor, con una su superficie similar a Santa Sofía en Constantinopla. Las ruinas de este edificio, conocidas en árabe como Qal at Siman (la Mansión de Simeón) pueden visitarse hoy en día.

Iglesia de San Simeón el Estilita, en Aleppo