Prisciliano de Ávila fue un
obispo hispano, nacido en Gallaecia (según Próspero de Aquitania, ya que otros
autores sitúan su nacimiento en la Bética o Lusitania) aproximadamente sobre el 340,
y protagonista de la primera condena a
muerte por herejía, en el ámbito cristiano. Nada pudieron hacer, para evitarlo,
las protestas de obispos como Martín de Tours o Juan Crisóstomo. La ejecución,
ordenada bajo el gobierno de Magno Clemente Máximo se llevó a cabo, y fue duramente
criticada por gran multitud de personas, incluido el propio papa Siricio, que
no comprendían semejante castigo para una persona que le había dedicado su vida
a Dios.
Alrededor del año 370 Prisciliano
viaja a Burdeos, con la intención de enriquecer su formación religiosa. Allí
formó junto a su mentor una comunidad de tendencia rigorista. Años más tarde,
sobre el 379, vuelve a Hispania y comienza un período dedicado a la predicación.
Sus enseñanzas fueron bien acogidas, especialmente entre las clases populares,
debido a su desprecio por la unión existente entre Iglesia y Estado, lo que
daba lugar, entre otras, cosas a corrupción y abuso de poder. Sus ideas se
extendieron rápidamente, poniéndose estas en conocimiento Hidacio, obispo
metropolitano de Augusta Emérita (Mérida).
Con la intención de acabar con el
priscilianismo, se convocó en 380 el Concilio de Caesaraugusta (Zaragoza), en
el que participaron dos obispos aquitanos y diez hispanos. No obstante, la no
comparecencia de Instancio y Salviano, los dos principales obispos acusados de
priscilianistas, evitó una condena en firme. Cuando estos dos obispos (Instancio
y Salviano) viajaron a Augusta Emerita, para tratar de dialogar con Hidacio, se
vieron obligados a escapar perseguidos por una muchedumbre exaltada debido a
las palabras incitantes el obispo metropolitano.
Comenzó, entonces, el conflicto entre
priscilianistas y ortodoxos. El priscilianismo había llegado a todas las clases
sociales, incluyendo a influyentes familias
en todas las regiones de Hispania. Finalmente, Prisciliano y sus seguidores
fueron excomulgados y desterrados por mediación de Hidacio, quien había
convencido a Ambrosio, obispo de Mediolanum (Milán), para conseguir un
rescripto del emperador Graciano acordando tal decisión.
En 382 Prisciliano fue a Roma para
defenderse, pero Dámaso, el obispo de Roma, se negó a entrevistarse con él por no
considerarse competente para anular un rescripto del emperador. De allí partió hacia Milán, aprovechando la
ausencia de Graciano para convencer a su magister officiorum (Mayordomo Mayor)
Macedonio de que anulara el decreto imperial. Tras lograr reafirmar la
situación de su grupo, y conseguir que Hidacio fuera acusado de perturbador de
la Iglesia, Prisciliano volvió a Hispania.
Dámaso
En 383 el hispano Magno Clemente
Máximo, gobernador de Britania, se encaminó hacia las Galias al mando de
130.000 soldados, asesinando al emperador Graciano en los bosques de Lugdunum
(Lyon) y siendo nombrado nuevo imperator
de Occidente, nombramiento que no fue aceptado por Teodosio, emperador de Oriente.
Esta situación le hizo buscar apoyos en la Iglesia Católica, que al mismo tiempo
necesitaba de amparo institucional para enfrentarse a la gran cantidad de
movimientos disidentes que la asediaban (arrianos, rigoristas, binionitas,
patripasianos, novacianos, ofitas, maniqueos…).
De esta alianza surge como
resultado la persecución del
priscilianismo. La Iglesia Católica deseaba deshacerse de esa amenaza y Máximo
quiso dar apoyo mediante la condena oficial de la doctrina priscilianista.
Moneda de Magno Clemente Máximo
Para ello se convocó un concilio
en Burdeos, al que asistió Prisciliano con
algunos de sus seguidores. En dicha reunión se condena de nuevo la herejía
priscilianista. No obstante, solo se logra la deposición de Instancio de su sede.
Durante el concilio, una muchedumbre exaltada lapidó a una discípula de
Prisciliano, llamada Urbica. Éste se dirigió a Tréveris, en la GermaniaSuperior, a la corte de Máximo, para convencerle de que mediase a su favor. Lo
que no sabía Prisciliano era que Hidacio ya había conspirado allí para acabar
con su vida. Fue acusado de la práctica de rituales mágicos, el uso de hierbas
abortivas y la práctica de la astrología cabalística.
Fue torturado hasta que lograron arrebatarle una “confesión”. Una vez conseguida su testificación fue
decapitado junto algunos de sus principales seguidores (Felicísimo, Armenio,
Eucrocia, Latroniano, Aurelio y Asarino). De este modo se convirtieron en los
primeros herejes ejecutados por una institución civil, y a petición de la Iglesia Católica. No
obstante, el proceso fue duramente criticado por importantes personajes
eclesiásticos como Martín de Tours o el papa Siricio.
San Martín y el mendigo, pintado
por El Greco en 1597
Es vergonzoso que un padre de la iglesia con tanta bondad,que su fervor por Dios y a la vez por la naturaleza y la realidad Sol y Tierra fuera ajusticiado,otro mártir de la defensa de la fe,otro Galileo,Copernico...etc...Es admirable su rebelión, que en esta era muestra una realidad....Por el Santo Papa Prisciliano de Avila...
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