Hoy quiero escribir sobre una
historia poco o nada conocida. Se trata de un asunto sin relevancia en la Historia,
pero que en su momento hizo correr ríos de tinta. Muchos fueron los periódicos
que se hicieron eco de este suceso, y que siguieron muy de cerca los avances o
noticias que de este surgían.
Se trata de la misteriosa muerte de un súbdito inglés,
llamado Evans Lefevre, que en 1922 residía en Madrid, donde murió en extrañas
circunstancias. En esta historia, digna de ser transmitida a través de una
novela, convergen varios elementos que la dotan de misterio: una hermosa princesa,
un oportuno seguro de vida, espías y un posible crimen.
La princesa
¿Janina Choukoufka? o ¿Nadia
Winchar? No se ponen de acuerdo las fuentes en el verdadero nombre de la
princesa. Parece ser que en algunos círculos se hacía llamar Janina y en otros
Nadia. Este dato aporta algo más de misterio e intriga a nuestra historia.
Llegó por primera vez a Madrid antes
de la primera Guerra Mundial. Era una hermosa y elegante mujer rubia que se
instaló en el emblemático y lujoso Hotel Ritz. Durante sus primeros días en
Madrid llamó mucho la atención. Vivía lujosamente y rápidamente se dio a
conocer en Madrid entre las personas de la más alta sociedad y los personajes
más importantes.
Fue motivo de muchas
conversaciones, algunas de ellas provocadas por el aura de misterio que envolvía
a la princesa. Se desconocía su pasado. Tan solo era sabido que estaba casada
con un multimillonario judío, con el que contrajo matrimonio cuando ella tenía
dieciocho años y él ochenta. Todo el mundo la conocía en Madrid por el supuesto
nombre de Janine Choukoufka, esposa de Wiszniewska y princesa polaca.
La princesa dio en el Ritz
algunas fiestas por todo lo alto e invitó a comer a muchas personas significativas
del momento. Por su mesa desfilaron altos personajes de nuestra política,
artistas, banqueros, aristócratas… En diferentes ocasiones fueron invitados,
por la princesa polaca, personalidades tan importantes como el conde de
Romanones, el marqués de Alhucemas y don Amalio Gimeno.
El don de gentes, la suprema
distinción y el refinamiento de la Princesa Janine (o Nadia) cautivaron a
cuantos la trataron, pero un día la princesa desapareció y no se supo nada más
de ella en Madrid.
Pasaron los días y la gente se preguntaba:
- ¿Qué habrá sido de la princesa
Janine?
Vuelve la princesa
Un día, a finales de 1921, vuelve
a aparecer en Madrid la princesa polaca, la hermosa dama rubia, que por aquel
entonces se instala en la Avenida de la Plaza de Toros, en la casa número 2,
que hacía esquina a la calle de Alcalá, edificio de nueva construcción y cuyos
alquileres corresponden a los que puede pagar la clase media acomodada, puesto
que oscilaban entre 200 y 300 pesetas de aquella época. No vivió, en este
segundo periodo, con gran ostentación. Esta vez llegó sola, viuda y sin dinero.
¿Qué les había sucedido a su marido y a su fortuna?
En este periodo de su vida ya no
despertó gran curiosidad. Al menos hasta el suceso que nos atañe.
Evans Lefevre
La víctima. Vivía en la calle de
Alcalá núm. 121 (Madrid), en una casa de huéspedes. Tenía treinta y cinco años
cuando murió. En Londres trabajaba como radiotelegrafista. Su padre era un
millonario canadiense que residía en su país natal. Como es frecuente en las
familias extranjeras, el joven Evans recorría Europa con la intención de
conocer a sus gentes y su cultura. Decidió emprender esta aventura por su
cuenta, buscándose la vida y sin mayor apoyo económico de su familia que el
estrictamente necesario. Durante su estancia en España, Evans fue originando importantes deudas. Uno de sus acreedores
era la princesa polaca, Janine.
El seguro de vida
Uno de los elementos claves en
toda esta historia.
Evans figuraba como titular de un
seguro de vida a favor de la princesa polaca, en una sociedad de seguros de
Madrid: La Unión y El Fénix Español.
El seguro consistía en el derecho
de la princesa polaca al cobro de una prima, de 50.000 pesetas, a la muerte del
joven Evans Lefevre.
La propia princesa fue quien
comenzó las diligencias para contratar el seguro de vida. Ella intentó hacerlo
solo por tres meses pero le fue denegada la propuesta.
Pero, paremos un poco a pensar. Esto
cada vez pinta peor. ¿Una acreedora realiza un seguro de vida a su deudor? ¿Un
seguro en el que ella aparece como beneficiaria? Y todo eso, ¿poco antes de que el
susodicho deudor fallezca en extrañas circunstancias?
El caso es que Lefevre pagó el
primer trimestre pero se negó a pagar el siguiente. La princesa se hizo cargo
de ese pago, por lo que queda de manifiesto el interés de esta porque no
caducara la póliza. Días después murió Evans Lefevre.
La muerte del inglés
A principios de mayo de 1922, la
princesa polaca se presentó en un Sanatorio inmediato a la calle de Diego de
León (Sanatorio del Rosario), solicitando la asistencia de un enfermero para
asistir a una persona que estaba postrada en la cama.
No se le pudo facilitar el
enfermero, pero se prestó a asistir al paciente un estudiante interno de
Medicina que prestaba sus servicios en el Sanatorio.
- ¿Qué tiene el enfermo? –
Preguntó el estudiante.
- El tétanos – Afirmó ella con
toda seguridad.
(La muerte por tétanos es
horrible, y seguramente es de los casos de muerte más espantosos que registra
la medicina, y desde luego, sus síntomas, con grandes contracturas, son
inconfundibles).
Llegó el estudiante a la calle de
Alcalá y vio al huésped de la casa número 121, Evans Lefevre. El inglés aseguraba
que se moría, quejándose de violentos dolores en el vientre.
Aquella misma noche murió Mr.
Evans Lefevre. El alumno salió a dar la noticia a la señora y a un médico que
acompañaba a esta en aquel momento. Los dos abandonaron la casa y el alumno se quedó solo con el
cadáver hasta las cuatro de la mañana, hora en la que volvió el médico diciendo
que él había certificado la muerte del enfermo y que todo estaba arreglado para
el entierro, que se celebraría a las 8:00, cosa que en efecto sucedió.
El alumno, durante todo el tiempo
que permaneció solo en la casa, examinó escrupulosamente el cadáver y no
encontró ninguna herida por donde hubiera podido penetrar la infección
tetánica. Además, el enfermo no había mostrado contracturas, se encontraba muy
dolorido pero lúcido y desde luego no padecía el tétanos. ¿De qué había muerto
entonces aquel pobre hombre?
La denuncia y la actitud de la princesa
El alumno, en vista de lo
ocurrido, presentó una denuncia sobre sus sospechas de que la muerte no había
sido natural y temiendo que pudiera tratarse de un crimen. Así, puso el asunto en
conocimiento del director general de Seguridad. El señor Millán de Priego, a su
vez, comunicó estas noticias a la Embajada inglesa, donde Evans Lefevre
prestaba sus servicios. La Embajada, ayudada por la Policía española, practicó
ciertas averiguaciones, que dieron por resultado la acentuación de las
sospechas de que pudiera tratarse de un crimen.
Se ordenó la exhumación del
cadáver y que se recogieran sus vísceras, para comprobar si se trataba de un
envenenamiento o si realmente la causa de la muerte no había sido otra que el tétanos.
La princesa polaca, consternada,
manifestó deseos de que se aclarase todo lo ocurrido, pagó los gastos del entierro y se ofreció a abonar los costes de la autopsia.
Interviene la Embajada
En aquel momento interviene la
Embajada de Inglaterra. La policía interrogó a la princesa y esta quedó
detenida.
En el Juzgado, la princesa citó
nombres de personas conocidas, habló de varias personas y se amparó en su
abogado, hijo de un conocido aristócrata, a quien acudió cierta vez para que la
amparase en la defensa de ciertos intereses relacionados con la explotación de
unas minas de petróleo en México. Utilizó toda su influencia para librarse de
aquello (cuando llegó por primera vez a Madrid, trajo consigo una recomendación del que
fue presidente de la República francesa, muerto casualmente en aquellas mismas
fechas, M. Paul Deschanel).
Entonces fue puesta en libertad.
La princesa espía
Según la embajada inglesa, la
princesa estuvo procesada en Alemania por espionaje, siendo condenada a muerte.
Consiguió fugarse tras utilizar sus encantos para seducir a uno de sus
guardianes. Huyó a Italia, donde también fue acusada de espionaje, pero fue
salvada por el conde de Colobra, con el que había establecido una gran amistad.
La esposa del conde denunció a la princesa y esta fue reclamada. Sometieron a
la princesa a un proceso que fue sobreseído por falta de pruebas. Fue entonces cuando
volvió a Madrid.
También se sabe que la princesa
es muy entendida en Medicina. La noche de la muerte de Evans estuvo en una
farmacia próxima en busca de cocaína y morfina, que no le despacharon. Momentos
más tarde volvió con una receta y se llevó la medicina.
Exhumación del cadáver, pruebas toxicológicas y resultados
El 7 de junio de 1922 se dio paso
a la exhumación del cadáver de Evans Lefevre. La princesa estuvo presente.
Los resultados fueron decepcionantes
para algunos. Los médicos forenses y el director de laboratorio dictaminaron que
no existía rastro alguno de veneno. No obstante, por los análisis también se
pudo comprobar que no había germen de tétano en las vísceras de Evans Lefevre.
El informe que recibió de los
técnicos el Juzgado especial, que atendía el caso, decía que Lefevre no murió
envenenado, ni de tétano, sino que su muerte debió ser causada por un ataque de
apendicitis. ¿”Debió ser”? No suena muy concluyente ¿verdad?
Pues así es como finalizó tan
misterioso asunto. La princesa renunció a las 50.000 pesetas, dado el revuelo
que se había formado con todo aquel asunto. Meses más tarde se trasladó a Chile en un barco italiano,
rodeada de todo tipo de lujos y portando valiosas joyas. Algo llamativo,
teniendo en cuenta la vida humilde que se había visto forzada a llevar hasta aquel
momento.
Como aporte extra a todo este
enigma, cabe decir que el inglés acababa de recibir, antes de enfermar, 4.000
pesetas de su familia. No se encontró el dinero tras su muerte.
Fuentes:
· El Progreso, diario liberal Año XV Número 4464 - 1922 junio 21
· Diario de Almería, periódico independiente de la mañana Epoca segunda Año IX Número 3010 - 1922 junio 22
· La Libertad Año IV Número 788 - 1922 junio 11
· La Correspondencia de España, diario universal de noticias Año LXXV Número 23313 - 1922 junio 14
· La Correspondencia de España, diario universal de noticias Año LXXV Número 23307 - 1922 junio 7
· La Correspondencia de España, diario universal de noticias Año LXXV Número 23298 - 1922 mayo 27
· La Correspondencia de España , diario universal de noticias Año LXXV Número 23297 - 1922 mayo 26
· La Correspondencia de España diario universal de noticias Año LXXV Número 23299 - 1922 mayo 29
· El Debate Año XII Número 4014 - 1922 mayo 29
· Correo de la mañana Año IX Número 2614 - 1922 mayo 28
Fuentes:
· El Progreso, diario liberal Año XV Número 4464 - 1922 junio 21
· Diario de Almería, periódico independiente de la mañana Epoca segunda Año IX Número 3010 - 1922 junio 22
· La Libertad Año IV Número 788 - 1922 junio 11
· La Correspondencia de España, diario universal de noticias Año LXXV Número 23313 - 1922 junio 14
· La Correspondencia de España, diario universal de noticias Año LXXV Número 23307 - 1922 junio 7
· La Correspondencia de España, diario universal de noticias Año LXXV Número 23298 - 1922 mayo 27
· La Correspondencia de España , diario universal de noticias Año LXXV Número 23297 - 1922 mayo 26
· La Correspondencia de España diario universal de noticias Año LXXV Número 23299 - 1922 mayo 29
· El Debate Año XII Número 4014 - 1922 mayo 29
· Correo de la mañana Año IX Número 2614 - 1922 mayo 28
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